Los italianos han vuelto ha depositar su confianza en Silvio Berlusconi. Dejando a un lado el pitorreo y jocosidad que este acontecimiento merece, “Il Cavalieri” tiene por delante el reto mayúsculo de sacar a Italia de la mayor crisis económica vivida desde la instauración de la II República.
Tras la segunda Guerra Mundial y desde mediados de los años 50 hasta los primeros 80, el PIB Italiano creció a tasas medias anuales superiores al 7% protagonizando un “milagro económico” quizás solo comparable al que, de forma paralela, estaba teniendo lugar en Japón. El país de Marco y Amelio, eminentemente agrícola y emigrante, se trasformaba, bajo la batuta del poderoso IRI, en una potencia industrial y del diseño, donde la clase media demandaba incesantemente coches de cuatro ruedas y más y mejores tipos de pasta. En 1987 las autoridades italianas anunciaban a bombo y platillo que el PIB italiano había superado el Británico, sin embargo este anuncio triunfal marcaba el fin de lo que se denominó “miracolo economico”.
La expansión de los años 50 y 60 se debió en buena medida a las pequeñas y medianas empresas manufactureras, la mayoría instaladas en el norte, especializadas en el textil, alimentación, mueble máquina herramienta y línea blanca, así como a las acertadas políticas industriales del IRI orientadas a la creación de una potente industria pesada.
Sin embargo la crisis del petróleo de los 70 prácticamente borró del mapa la industria pesada italiana, el IRI se transformó en una UCI de empresas y conglomerados industriales en quiebra. Por otro lado, el modelo competitivo de las PYMES (éstas constituyen la mayoría del tejido empresarial y su peso sobre el PIB es bastante superior al de otras economías europeas ) basado en bajos costes laborales (gracias, en parte, a la migración sur-norte) y en periódicas devaluaciones de la Lira con el fin de contrarrestar los efectos de la inflación, se encuentra en KO técnico: tras la adopción del EURO no es posible acudir a la devaluación y las empresas italianas pierden cuota de mercado ante la competencia de economías emergentes con menores costes laborales.
En el próximo capítulo: reformas, proteccionismo y algunas cosillas que a España le convendría anotar.
Dr. Stagflation
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